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Lodos trastocan la rutina

2012-08-21

El lago Alajuela se veía ayer como una enorme paila llena de agua arcillosa.

Aunque las lluvias tienden a disminuir, la turbiedad de las aguas del lago que le suministra el agua a la capital persiste, y los funcionarios del Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales (Idaan) continúan trabajando el triple.

En el lago Alajuela se encuentra la toma de agua cruda de la planta potabilizadora Federico Guardia de Chilibre, que distribuye el líquido a los dos distritos más grandes del país: Panamá y San Miguelito.

Con las inusuales lluvias de principios de diciembre, los niveles de turbiedad del lago están 3 mil 500% por arriba de lo normal. Lo usual es que la planta trabaje con una turbiedad que no supere las 5 unidades nefelométricas (que mide la turbidez).

Rodrigo Barragán, director de Plantas Potabilizadoras del Idaan, comentó hace unos días que nunca había visto el Alajuela tan turbio, y jamás el funcionamiento de la planta se había complicado tanto por la cantidad de sedimentos con los que hay que trabajar.

El funcionario se refiere a las constantes operaciones de limpieza de los sedimentadores, que no son más que los sistemas que recogen los residuos de tierra que trae el agua del lago. Barragán detalló que es tanto el sedimento que entra a la planta, que ha llegado a acumularse hasta un metro de lodo.

Normalmente, dos funcionarios limpian cada 15 días los sedimentadores; ahora 16 funcionarios deben hacerlo cada tres días, porque lo que se acumula no es solamente lodo sino también tal cantidad de arcilla, que los trabajadores deben realizar un mayor esfuerzo.

De hecho, en la planta estaban ayer, con mangueras en mano, varios trabajadores del Idaan retirando con chorros de alta presión el lodo acumulado.

Sin precedentes

A la 1:00 p.m. del 7 de diciembre pasado, Barragán llegó a la planta potabilizadora de Chilibre y se sorprendió cuando vio el color que tenía el agua.

Con 38 años de trabajo en el Idaan y siempre relacionado con la planta potabilizadora de Chilibre, era la primera vez que veía estos grados de sedimentación en un lago, regularmente claro.

La turbiedad era tanta que le robó el sueño. Sabía que se venía una situación crítica y, 14 días después, todavía no sabe cuándo va a terminar.

La planta de Chilibre tiene 10 sedimentadores (ver infografía). Ayer trabajaban solo ocho, porque dos estaban fuera de servicio por limpieza. Una vez limpios vuelven a funcionar a su máxima capacidad. Con lodo, producen menos agua potable.

Barragán explicó que desde que aumentaron los niveles de turbiedad en el lago solo entran a la planta 200 millones de galones de agua cruda y salen unos 100 millones de agua potabilizada, 50 millones menos de los que se producen normalmente.

Mientras esto continúe así, los habitantes de Panamá y San Miguelito seguirán sufriendo el racionamiento del servicio: baja presión o ausencia total de agua por varias horas.

“Los usuarios están insatisfechos con justa razón”, dice Barragán, quien a su vez insiste en contar cómo los trabajadores continúan laborando para enviar agua a la comunidad, para no parar la planta.

Además recordó que el origen de la escasez son las lluvias torrenciales y el deslizamiento de las laderas de los cerros que se encuentran próximos al nacimiento de los ríos Chagres, Boquerón y Pequení, que desembocan en el Alajuela.

“Desde el nacimiento de los ríos hasta el lago es una sola mancha chocolate”, comenta.

Cuestión de capacidad

De acuerdo con Barragán, el problema que actualmente sufre la planta es que no tiene las dimensiones para procesar agua con los grados de turbiedad actuales.

Por eso, dijo, tuvieron que reducir la cantidad de agua cruda que está entrando a la planta y poner a trabajar solo dos de las seis turbinas verticales que hay en la planta y una de éstas usarla al 80%. La idea es que el agua permanezca el mayor tiempo dentro de la planta para garantizar que salga limpia y con la calidad que se requiere para el consumo humano.

¿Y en el Gatún?

Aunque el lago Gatún también sufrió las consecuencias de las lluvias, las plantas que se alimentan de sus aguas -Laguna Alta en Arraiján y Las Mendozas, en La Chorrera- sí han podido recobrar su ritmo normal de funcionamiento.

Sin embargo, los pobladores de comunidades vecinas cuentan que nunca habían visto el lago tan teñido de marrón.

Rodrigo Jaén, por ejemplo, vive en la comunidad de La Humildad, en Cuipo, y dice que la turbiedad del lago afectó los acueductos y obligó a todos a comprar agua embotellada.

Las lluvias que azotaron la región, asegura, son comparables con las de 2004, cuando se registraron inundaciones y deslizamientos de tierra en esta zona.

Liliana Vellorín, quien también es vecina del Gatún pero del lado de La Chorrera, pasa sus días ahora en las instalaciones de la Junta Comunal de Iturralde, luego de que las lluvias desprendieran un trozo de tierra y ésta cayera sobre la vivienda que había construido hace seis años. Sus vecinos solo recuerdan el estruendo que hizo la tierra al desprenderse del cerro que tenía atrás de la cocina. Ella se encontraba en su trabajo en la comunidad Zanguenga, y su hija de 14 años se había dirigido a la policlínica de la Caja de Seguro Social Santiago Barraza, por lo que ninguna de las dos estaba en casa cuando la tierra derrumbó la pared de la cocina.

En La Arenosa, por su parte, los pobladores dicen que las aguas del lago empiezan a aclararse.

Feliciano Ibarra, de 55 años, dijo que el lago estuvo sucio como por 13 días, y que incluso el 7 y 8 de diciembre los dejó sin agua, pero la situación comienza a normalizarse.